¡Hola, hola! Pues en vista de que no soy capaz de actualizar el blog con las reseñas que tocan (tengo a medias la reseña de Siega, algún siglo la terminaré) y como no quiero dejarlo abandonado del todo, al menos lo usaré para escribir relatillos y cosas. En este caso, vengo con el prólogo que escribí para otro de mis proyectos y para el que no tengo nada más escrito aún porque prefiero centrarme en uno solo. ¡Ahí va!
Los
gritos de agonía eran audibles desde todos los rincones de Thalak; y no era una
casualidad. El Hoyo de los condenados, como también se conocía a ese lugar,
poseía la encantadora cualidad de proyectar el sonido de forma que se escuchara
en todas partes. No había manera de que los condenados olvidaran cuál era su
condición en caso de que las constantes torturas no fueran suficientes para
hacerles recordar que allí no eran más que presos a la espera de un final que
no llegaría nunca.
Zae
conocía Thalak demasiado bien pues había sido su amo y señor durante más tiempo
del que cualquier criatura pudiera recordar. Thalak era su dominio, su reino,
el único hogar que había conocido.
O así
había sido hasta ese momento.
Los
gritos de agonía que inundaban el Hoyo eran enteramente suyos. Aquel día no era
Zae el que administraba los castigos y las torturas, sino el que los recibía.
Había cometido una infracción del código demoníaco que todos y cada uno de
ellos debían seguir. Un error
imperdonable por el que tenía que pagar.
Como el
tiempo no transcurría igual en aquel recóndito lugar bajo kilómetros y
kilómetros de tierra, era imposible saber cuánto había durado esa última sesión
de castigo, pero probablemente Zae habría dicho que «una eternidad». Una vez
libre de sus ataduras, se deslizó hasta el suelo y pudo luchar por recuperar el
ritmo normal de su respiración, entrecortada debido a los jadeos de dolor que
dejaba escapar de tanto en tanto. Peor que el dolor físico, era saber que
estaba a punto de perder una parte importante de sí mismo, aquello que le definía
y le diferenciaba del resto.
Allí,
desnudo y de rodillas, no le quedó más remedio que escuchar las palabras que le
despojarían de su identidad.
—Zaekist Samsael, señor de Thalak, por los pecados cometidos contra
nuestra comunidad demoníaca y contra los tuyos,
yo te condeno al exilio y al oprobio.
Y con
ese veredicto, Zaekist Samsael perdió sus poderes y su condición demoníaca. Con esa sentencia, fue
arrojado al mundo superior, repleto de criaturas inferiores.
Hola :)
ResponderEliminar¡Tienes un ritmo estupendo escribiendo! Sea este o sea otro espero que tus proyectos salgan adelante con éxito.
¡Hola!
EliminarAy, ¿de verdad? Pues muchas gracias, no tengo mucha confianza en lo que escribo >.<
¡Muchas gracias de verdad!