lunes, 5 de marzo de 2018

Prólogo del Proyecto Demon


      ¡Hola, hola! Pues en vista de que no soy capaz de actualizar el blog con las reseñas que tocan (tengo a medias la reseña de Siega, algún siglo la terminaré) y como no quiero dejarlo abandonado del todo, al menos lo usaré para escribir relatillos y cosas. En este caso, vengo con el prólogo que escribí para otro de mis proyectos y para el que no tengo nada más escrito aún porque prefiero centrarme en uno solo. ¡Ahí va!

       Los gritos de agonía eran audibles desde todos los rincones de Thalak; y no era una casualidad. El Hoyo de los condenados, como también se conocía a ese lugar, poseía la encantadora cualidad de proyectar el sonido de forma que se escuchara en todas partes. No había manera de que los condenados olvidaran cuál era su condición en caso de que las constantes torturas no fueran suficientes para hacerles recordar que allí no eran más que presos a la espera de un final que no llegaría nunca.

      Zae conocía Thalak demasiado bien pues había sido su amo y señor durante más tiempo del que cualquier criatura pudiera recordar. Thalak era su dominio, su reino, el único hogar que había conocido.

      O así había sido hasta ese momento.

      Los gritos de agonía que inundaban el Hoyo eran enteramente suyos. Aquel día no era Zae el que administraba los castigos y las torturas, sino el que los recibía. Había cometido una infracción del código demoníaco que todos y cada uno de ellos debían seguir. Un  error imperdonable por el que tenía que pagar.

      Como el tiempo no transcurría igual en aquel recóndito lugar bajo kilómetros y kilómetros de tierra, era imposible saber cuánto había durado esa última sesión de castigo, pero probablemente Zae habría dicho que «una eternidad». Una vez libre de sus ataduras, se deslizó hasta el suelo y pudo luchar por recuperar el ritmo normal de su respiración, entrecortada debido a los jadeos de dolor que dejaba escapar de tanto en tanto. Peor que el dolor físico, era saber que estaba a punto de perder una parte importante de sí mismo, aquello que le definía y le diferenciaba del resto.

      Allí, desnudo y de rodillas, no le quedó más remedio que escuchar las palabras que le despojarían de su identidad.

          —Zaekist Samsael, señor de Thalak, por los pecados cometidos contra nuestra comunidad demoníaca y contra los tuyos,  yo te condeno al exilio y al oprobio.

      Y con ese veredicto, Zaekist Samsael perdió sus poderes y su condición demoníaca. Con esa sentencia, fue arrojado al mundo superior, repleto de criaturas inferiores.

domingo, 25 de febrero de 2018

Proyecto H.

      ¡Buenas! Como ya dije, me gustaría usar el blog para subir las cosas que escribo, así que hoy traigo el prólogo de la historia en la que estoy trabajando actualmente (Proyecto Heredera). Solo tengo tres capítulos escritos y el cuarto en proceso, pero tengo mucha ilusión con esta historia, ya que es la primera vez que he llegado tan lejos con una idea. ¡Ahí va!


       Portrale es una ciudad de interior, no muy grande pero con el reflejo del glamour y de la prosperidad de la que gozan las grandes capitales. Edificios altos y llenos de cristales,  enormes mansiones a las afueras, clubs y pubs donde solo se mezcla lo mejor de las altas esferas... Y el casino más grande y lujoso del continente, que genera unas ganancias anuales con las que cualquier familia podría vivir durante toda una vida de manera desahogada. Pero todo lo descrito le pertenece a una única familia. Los Zyllex construyeron Portrale prácticamente con sus propias manos gracias a ese mismo casino alrededor del cual se fueron asentando cada vez más personas durante generaciones; hasta que finalmente se convirtió en lo que es ahora: una pequeña metrópoli que gira en torno al juego y al contrabando, aunque esto último es más bien un secreto a voces. Y no solo los negocios y los edificios más importantes les pertenecían; cualquier cuerpo administrativo, judicial o policial estaba totalmente comprado. Los Zyllex eran la ley, eran jueces, jurados y verdugos.

     Roger Zyllex era el actual jefe de la familia, algo que parecía habérsele olvidado al tipejo achaparrado y medio calvo que se encontraba de rodillas frente a él. El muy bastardo había cometido un pecado imperdonable, algo con lo que había cavado su propia tumba, lugar al que Roger no tardaría en enviarle con gusto. Había hecho que sus hombres se apartaran de él y se mantuvieran a la espera, junto a las paredes de chapa cochambrosas del almacén abandonado del puerto seco en el que se encontraban.

      Jimmy, que ese era el nombre de aquel pobre diablo, mantenía la cabeza baja, abrazándose el tembloroso cuerpo en un ademán patético de protegerse a sí mismo de lo que estaba a punto de pasar. Su verdugo le miraba, indiferente al terror que parecía inundarle por momentos, sabedor de su inminente destino. Por supuesto, nunca había perdido de vista contra quién se enfrentaba, pero la generosa suma de dinero que le habían prometido por ese trabajo había ayudado a que pasara ligeramente por alto el hecho de estar yendo contra la persona más poderosa de Portrale. Tragó saliva audiblemente cuando los finos y caros zapatos de Roger entraron en su campo visual. Pese a la mugre que cubría el suelo, se encontraban impolutos, como si ni siquiera la suciedad quisiera enfrentarse a un Zyllex.

          —Sabes por qué estás aquí, ¿verdad, Jimmy?

      El aludido no se dejó engañar por el tono suave y comedido de aquella pregunta, pero igualmente respondió de manera afirmativa con la cabeza. Un ligero asentimiento.

          —Responde en voz alta. —Roger acompañó la orden con un bofetón que le cruzó la cara, provocando que el pobre Jimmy dejara escapar un lastimero gemido de dolor.

          —S-sí, señor.

          —Mucho mejor. Ahora dime por qué. Quiero que mis muchachos oigan de tus propios labios lo que has hecho.

      Un pesado silencio inundó la sala, roto solamente por la nerviosa respiración de Jimmy. Tragó saliva antes de volver a hablar.

          —Intenté… s-secuestrar a su hija. —Cerró con fuerza los ojos, viendo su final cada vez más cerca.

          —Tu primer error fue pensar que podrías conseguirlo. El segundo fue dejar que te atrapara, pequeña escoria malnacida.

          La rodilla de Roger impactó contra la mandíbula del hombre que seguía postrado ante él, escupiendo sangre tras el golpe. Testigo de aquel espectáculo por parte del triste remedo de hombre ante él, sacó sus guantes de los bolsillos de su chaqueta, oscura y larga. Fue entonces cuando Jimmy finalmente procesó lo que estaba a punto de sucederle mientras el miedo subía por su garganta con sabor a bilis.

sábado, 24 de febrero de 2018

Un día de invierno

      ¡Hola, hola! Sé que tengo el blog abandonado y que no suele leerme nadie de todas formas, pero llevo pensando desde hace tiempo en usarlo también para subir pequeños relatos que me vayan surgiendo y qué mejor manera de estrenar mis relatos con uno dedicado a la familia Lennox (Dreaming Spires, Helena Lennox I) de Victoria Álvarez. Sé que no es gran cosa y la verdad es que me da mucha vergüenza que me lea alguien que no sea uno de mis amigos cercanos, pero también me hacía mucha ilusión escribir algo así. 

      ¡Espero que disfrutéis leyendo tanto como yo disfruté escribiéndolo!



         El frío diluvio que asediaba Londres sin descanso desde hacía ya varios días, golpeaba los cristales de la residencia Lennox mientras una aburrida Helena miraba a través de las ventanas con cara de desear estar en otro lugar. Y lo cierto es que ese era su verdadero deseo. Con seis años recién cumplidos estaba en esa edad en la que pintar había dejado de ser divertido porque su madre se ponía hecha una fiera cuando descubría sus obras de arte en el papel de las paredes. Como si pudiera conformarse con pintar en un pequeño pedazo de papel que coartaba su libertad de creación. Y tampoco había demasiadas cosas divertidas que su madre le permitiera hacer, así que estaba condenada a pasar una tarde de lo más aburrida, observando caer esa eterna lluvia de Inglaterra.

      Hablando de su madre… hacía ya un buen rato que Dora había salido; de compras, seguramente. Así que Helena estaba sola con su padre. Normalmente esos ratos que pasaba a solas con Lionel eran tremendamente divertidos, pero en esta ocasión estaba encerrado en su despacho, trabajando con el papeleo que se llevaba a casa del museo algunas veces.

      Con un resoplido malhumorado, Helena se dejó caer hasta el suelo, rodando de un lado para otro y dando patadas cada vez que un objeto se ponía en su camino. Si seguía así, iba a terminar volviéndose loca de puro aburrimiento. Sin embargo, no habían pasado ni dos minutos desde que comenzara con su complejo de croqueta cuando se puso de pie con tanto ímpetu que casi cayó de bruces. Consiguió estabilizarse y echó a correr directa al despacho de su padre, sin molestarse en llamar antes de entrar con la fuerza de un huracán en miniatura.

      Lionel se sobresaltó de tal manera que hasta dio un pequeño bote sobre la silla de cuero en la que se encontraba sentado; su mente, repentinamente lejos de los soporíferos papeles que había sobre la mesa y que había estado revisando, se centró ahora en la diminuta versión de sí mismo que se había colocado justo a su lado con expresión ansiosa.

             —¿Helena? ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —Trató de no sonar tan ansioso como se la veía a ella, pero no se le ocurría otra razón para que la pequeña entrara de tal manera en su lugar de trabajo.

             Me abuuuuurro. ¡Juega conmigo, por fi! ¡Por fi! ¡Por fi! ¡Por fiiiiiii! Me aburro taaaanto que podía convertirme en un gusano del aburrimientooooo.

      Tendría que ser un completo insensible para poder resistirse a esa carita que le imploraba con tantas ganas. Al diablo con el trabajo, su mocosa tenía prioridad por encima de todas las cosas. Pasó la mano por la mesa para tirar todos los papeles al suelo y cogió a Helena para sentarla sobre el espacio recién liberado.

             — ¿Y a qué quieres jugar, enana?

      Helena se llevó un dedito a los labios mientras pensaba, poniendo después sus pequeñas manos sobre las mejillas de su padre para aplastarlas y amasarlas una y otra vez, soltando una risilla infantil y chillona al hacerlo.

          —Kalózok —dijo después de un rato. Y, al ver la cara de confusión del mayor, se dio cuenta de que lo había dicho en húngaro. A veces le pasaban ese tipo de cosas, aunque cada vez le ocurría con menos frecuencia, pues el único idioma en el que hablaba era inglés—. ¡A los piratas! —Se puso de pie sobre la mesa, con las manos en las caderas y un ojo cerrado—. ¡Yo seré la pirata! —Miró a su padre, de nuevo pensativa—. Y tú… mmmmmh… ¡La mujer raptoda!

           — Raptada… Espera, ¿de dónde has sacado esa palabra? ¿Sabes acaso lo que significa?

      La jovencita negó con la cabeza. Solo era un personaje, ¿es que tenía que tener un significado tan profundo? Bah, a ella le daba igual.

          —Además, me parece que ese papel te pega más a ti. Yo prefiero ser el pirata, ¿no me quedaría bien un parche en el ojo? Seguro que sí, me quedaría tremendamente bien y Dora no podría resistirse a mis encantos, ¿no te parece?

      Ella le miró con confusión, inclinando la cabeza hacia un lado ante los delirios de su padre. Lionel solía decir todo tipo de cosas que ella no entendía y casi siempre referentes a su madre. ¿Todos los padres eran así? Por alguna razón, no se imaginaba a tío Oliver diciendo todo eso sobre la madre de Chloë ni sobre ninguna otra mujer.

         —Pero yo solo quiero jugar a los piratas… ¡Y yo quiero ser el pirata! —Helena hizo un puchero que no tenía otra razón de ser que la de chantajear emocionalmente a su progenitor, aunque ella no fuera consciente aún de ese tipo de cosas.

      Lo que le faltaba. Otra mujer que le manipulara de esa manera. Estaba apañado. Lionel suspiró y se pasó una mano por el cabello en un gesto desesperado.

           —Está bien, tú serás el pirata. Y yo la damisela raptada.

      El chillido y la expresión de alegría de la pequeña fueron suficientes para que semejante humillación valiera la pena. Helena se bajó de la mesa de un salto, agarró la mano de su padre y le obligó a salir del despacho para ir a la sala de estar. Cogió una manta y se la tendió.

           —Toma, es tu vestido. Yo no puedo ponerme uno porque soy un pirata bruto y grande y no cabo.

           —No quepo —corrigió él.

           —Tú sí cabes, eres la damisela.

      Lionel soltó una carcajada y le revolvió el cabello ya despeinado a su hija. Después, se enrolló la manta alrededor del cuerpo y dio gracias de que nadie más le viera de esa guisa.

***

      Dora cruzó el umbral con una maldición. Seguía lloviendo a mares y no ayudaba que fuera cargada de bolsas repletas de ropa, libros y complementos más el paraguas con el que se había resguardado de lo peor de la tormenta.

            —Si Lionel hubiera venido conmigo, esto no pasaría. La próxima vez le obligaré a venir.

      Agobiada, cerró la puerta como pudo y dejó las cosas en el suelo. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo. Había demasiado silencio y eso solo podía significar que algo terrible había pasado. Su pequeño terremoto no podía estar en silencio durante más de dos minutos seguidos y era demasiado temprano para que estuviera dormida.

        Definitivamente, algo horrible había tenido que suceder.

       Caminó tan rápido como pudo hacia la sala de estar, deteniéndose de pronto al ver la escena que se presentaba ante ella. Una emoción dulce y cálida se instaló en su pecho al contemplarlos. Lionel estaba tumbado en el sofá, cuan largo era, con Helena sobre su pecho; ambos dormidos y arropados con una manta. Era una estampa con la que ni siquiera había podido soñar anteriormente. Con una sonrisa que guardaba todo el amor que no solía mostrar abiertamente, se acercó al sofá y dejó un beso sobre la frente de su pequeño terremoto y otro sobre la de Lionel.


      Con esa misma sonrisa, giró sobre sus talones para regresar a por sus compras.

miércoles, 24 de enero de 2018

Hojas de dedalera

      Esta novela fue el prometedor debut de Victoria Álvarez (aunque no la primera novela suya que leí) que, desde entonces, no ha dejado de crear una trayectoria cada vez más impresionante; algo que puedo decir tras haber leído el resto de títulos de la autora.

Ficha técnica:

Título: Hojas de dedalera.
Autor: Victoria Álvarez.
Género literario: Misterio.
Editorial: Versátil.
Traducido por: 

Número de páginas: 520.


Londres, 1888.       

      Desde niña Annabel Lovelace se ha visto obligada a vivir con su tío, guarda del Cementerio de Highgate, donde descubre su extraña habilidad para comunicarse con los muertos, quizás gracias a la enfermedad cardiaca que la obliga a vivir entre la vida y la muerte.       
      Años más tarde, una serie de misteriosas casualidades la convertirán en la médium más influyente del Imperio Británico. Sin embargo, su don la llevará a descubrir secretos que deberían haber permanecido ocultos y que pondrán en jaque a la aristocracia londinense.


Valoración personal:


      ¿Por dónde puedo empezar a hablar de esta novela? ¿Por la portada? Preciosa, sin más. La elección de colores de la misma me parece un acierto; vistoso, pero sin llegar a ser extremadamente recargado. Eso sí, acostumbrada a las novelas de Nocturna (cuyo formato es más gordito y achaparrado), se me hizo muy raro tener una novela tan larga y estrecha en las manos. Esto no es una queja, solo un comentario tonto que me apetecía dejar escrito.

      Victoria nos traslada al Londres de finales del siglo XIX, una época que, claramente, la autora domina. Tras sus palabras se deja entrever la gran cantidad de documentación que trae consigo la novela: la descripción de los edificios, el cementerio, los tejemanejes de la Alta Sociedad, incluso los remedios para determinadas afecciones del corazón. De verdad, detalles como estos a mí personalmente me encantan porque hacen que te metas aún más en la historia. Como iba diciendo, la novela nos traslada al Londres de finales del siglo XIX, cuando el tema del espiritismo estaba en boga. Annabel Lovelace es una de las espiritistas más famosas, por no decir la más famosa de su tiempo. Su habilidad para ver y comunicarse con los muertos le ha proporcionado un sinfín de oportunidades que ella no ha desperdiciado para poder dejar atrás un pasado nada afectuoso, así como también le ha proporcionado las herramientas necesarias para averiguar lo que le ocurrió de verdad a su difunta madre, algo que lleva arrastrando desde que era una niña.

      Os voy a contar algo que me parece sublime de Victoria y es su habilidad para ir planteando determinado misterio que no te permite dejar de leer hasta que se desvela al final de la novela. Y no es diferente en Hojas de dedalera. No sé los demás, pero yo me pasé todo el libro deseando saber lo que le había ocurrido a la madre de Annabel y a Víctor. Y que justo todo ocurriera con Jack el destripador entre medias fue solo un punto extra para que resultara más atractivo.

      Víctor. El personaje me encanta, tiene una labia y un carisma que te hace amarlo casi de inmediato. Annabel me parece una mujer muy fuerte que ha sabido labrarse su propia vida en un mundo en el que ser mujer no es nada fácil, sobre todo si eres soltera y de orígenes humildes. Nathan me pareció entrañable, pero a veces era un poco intenso con su amor. Aunque no era el único y este es el punto negativo que le encuentro a la novela. Annabel pierde totalmente el norte cuando se enamora, dejando de ver todo lo que hay más allá. Deja de ser ella misma, para ser una prolongación de su enamorado, haciendo que la historia se estanque durante unos cuantos capítulos. Y a mí me gustan mucho los momentos moñas, pero a veces me superaban.

      Pese a ese punto negativo, a mí la novela me encantó y la devoré en apenas un par de días, incapaz de dejar de leer hasta que desvelé el misterio alrededor de la vida de los protagonistas.


jueves, 18 de enero de 2018

El Juego de la Corona (#1)

       Se trata de la primera entrega de la bilogía que lleva el mismo nombre, siendo El destino de la Corona, la segunda parte y conclusión de la misma.

Ficha técnica:

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Título: El Juego de la Corona.
Autor: Evelyn Skye.
Género literario: Fantasía.
Editorial: Nocturna ediciones.
Traducido por: Marta Torres Llopis.

Número de páginas: 431.


      Vika Andréieva puede invocar la nieve y convertir la ceniza en oro. Nikolái Karimov puede ver a través de las paredes y crear puentes de la nada. Ambos son encantadores, los dos únicos de Rusia, y el zar necesita uno de consejero. Sólo uno. 

      En el pasado, la convivencia de varias personas con habilidades mágicas en la corte ocasionó grandes rivalidades y conflictos. Por eso se creó el Juego de la Corona, un duelo de hechizos donde sólo hay dos opciones: ganar y convertirse en el mago imperial… o perder y ser ejecutado.

Valoración personal:

     Por su sinopsis, la verdad es que esperaba mucho más de este libro. No es que esté mal, pero sí que ha sido decepcionante en cierta manera. Creo que la autora no ha sabido aprovechar su propia trama en su totalidad, no le ha sacado todo el jugo que podía al asunto del juego entre los dos magos. Pero esta es solo mi opinión y cualquiera que haya leído el libro puede tener otra (suelo recordarlo siempre porque ya sabemos que en internet hay gente dispuesta a destilar odio cuando las opiniones no coinciden).
     Evelyn Skye nos transporta a la Rusia de los zares, donde la magia está en poder de unos pocos elegidos cada generación y las invasiones y rebeliones están más cerca de lo que los ricos y poderosos creen. Vika y Nikolái son los magos de esta generación; sin embargo, no pueden existir dos magos al mismo tiempo, puesto que eso perjudicaría a Rusia. La única solución es hacer que se enfrenten en el Juego de la Corona, una competición ancestral en la que cada mago, por turnos, demostrará sus habilidades y su poder para que el zar elija a uno de los dos para que le ayude con el gobierno. Aquel mago que no sea elegido, recibirá la muerte. Los dos jóvenes no solo tendrán que enfrentarse el uno al otro, sino que tendrán que hacerle frente a unos sentimientos que no controlan y que tampoco entienden. Amistades rotas, amores fallidos y dramas familiares es lo que nos encontramos en esta novela.
     En esta ocasión no tengo mucho que contaros de los personajes, pues ninguno me ha calado hondo en realidad. Supongo que podría hablar de Pasha, que es el único que me ha resultado simpático de verdad. El futuro zar de Rusia que detesta que le traten como si fuera alguien superior; tan solo quiere ser tratado igual que los demás, que nadie le mire por su título, sino por lo que es: un muchacho más o menos alocado e inseguro sobre sí mismo, con complejo de inferioridad respecto a su mejor amigo Nikolái y que en ocasiones es incluso manipulado por su hermana menor. No duda en ayudar a aquellos que lo necesitan y odia abusar de sus privilegios. Un auténtico amor de persona. Aunque realmente no entiendo su obsesión insana con Vika cuando apenas la conoce, pero esto podría aplicarse a todo el triángulo amoroso que se monta entre los tres personajes. Puedo entender que Vika y Nikolái se sientan atraídos el uno por el otro debido a la magia que comparten, pero eso de enamorarse perdidamente de una persona a la que se conoce mínimamente… no me termina de convencer.
     Como ya dije arriba, me llevé una decepción con el desarrollo del libro porque yo esperaba un duelo entre magos donde hicieran cosas asombrosas y se enfrentaran de verdad, pero en lugar de eso me encontré con una serie de pruebas que poco tenían que ver con demostrar si podrían proteger Rusia en caso de ser necesario. No sé, me pareció que faltaba acción por esa parte y hubo momentos en los que me aburrió bastante.
     Con esta bilogía me ha pasado igual que con la de La ira y el amanecer. He leído muy buenas críticas de ella, a todo el mundo le ha gustado mucho y yo, en cambio, no he sentido nada al leerla, más allá de lo original que me ha parecido la trama y la forma de resolver el juego al final. Supongo que eso va dentro de los gustos de cada uno.