¡Buenas! Como ya dije, me gustaría usar el blog para subir las cosas que escribo, así que hoy traigo el prólogo de la historia en la que estoy trabajando actualmente (Proyecto Heredera). Solo tengo tres capítulos escritos y el cuarto en proceso, pero tengo mucha ilusión con esta historia, ya que es la primera vez que he llegado tan lejos con una idea. ¡Ahí va!
Portrale es una ciudad de interior, no
muy grande pero con el reflejo del glamour y de la prosperidad de la que gozan
las grandes capitales. Edificios altos y llenos de cristales, enormes mansiones a las afueras, clubs y pubs
donde solo se mezcla lo mejor de las altas esferas... Y el casino más grande y
lujoso del continente, que genera unas ganancias anuales con las que cualquier
familia podría vivir durante toda una vida de manera desahogada. Pero todo lo
descrito le pertenece a una única familia. Los Zyllex construyeron Portrale
prácticamente con sus propias manos gracias a ese mismo casino alrededor del
cual se fueron asentando cada vez más personas durante generaciones; hasta que
finalmente se convirtió en lo que es ahora: una pequeña metrópoli que gira en torno
al juego y al contrabando, aunque esto último es más bien un secreto a voces. Y
no solo los negocios y los edificios más importantes les pertenecían; cualquier
cuerpo administrativo, judicial o policial estaba totalmente comprado. Los
Zyllex eran la ley, eran jueces, jurados y verdugos.
Roger Zyllex era el actual jefe de la
familia, algo que parecía habérsele olvidado al tipejo achaparrado y medio
calvo que se encontraba de rodillas frente a él. El muy bastardo había cometido
un pecado imperdonable, algo con lo que había cavado su propia tumba, lugar al
que Roger no tardaría en enviarle con gusto. Había hecho que sus hombres se
apartaran de él y se mantuvieran a la espera, junto a las paredes de chapa
cochambrosas del almacén abandonado del puerto seco en el que se encontraban.
Jimmy, que ese era el nombre de aquel pobre
diablo, mantenía la cabeza baja, abrazándose el tembloroso cuerpo en un ademán
patético de protegerse a sí mismo de lo que estaba a punto de pasar. Su verdugo
le miraba, indiferente al terror que parecía inundarle por momentos, sabedor de
su inminente destino. Por supuesto, nunca había perdido de vista contra quién
se enfrentaba, pero la generosa suma de dinero que le habían prometido por ese
trabajo había ayudado a que pasara ligeramente por alto el hecho de estar yendo
contra la persona más poderosa de Portrale. Tragó saliva audiblemente cuando
los finos y caros zapatos de Roger entraron en su campo visual. Pese a la mugre
que cubría el suelo, se encontraban impolutos, como si ni siquiera la suciedad
quisiera enfrentarse a un Zyllex.
—Sabes por qué estás aquí, ¿verdad,
Jimmy?
El aludido no se dejó engañar por el tono
suave y comedido de aquella pregunta, pero igualmente respondió de manera
afirmativa con la cabeza. Un ligero asentimiento.
—Responde en voz alta. —Roger
acompañó la orden con un bofetón que le cruzó la cara, provocando que el pobre
Jimmy dejara escapar un lastimero gemido de dolor.
—S-sí, señor.
—Mucho mejor. Ahora dime por qué.
Quiero que mis muchachos oigan de tus propios labios lo que has hecho.
Un pesado silencio inundó la sala, roto
solamente por la nerviosa respiración de Jimmy. Tragó saliva antes de volver a
hablar.
—Intenté… s-secuestrar a su hija.
—Cerró con fuerza los ojos, viendo su final cada vez más cerca.
—Tu primer error fue pensar que
podrías conseguirlo. El segundo fue dejar que te atrapara, pequeña escoria
malnacida.
La rodilla de Roger impactó contra la
mandíbula del hombre que seguía postrado ante él, escupiendo sangre tras el
golpe. Testigo de aquel espectáculo por parte del triste remedo de hombre ante
él, sacó sus guantes de los bolsillos de su chaqueta, oscura y larga. Fue
entonces cuando Jimmy finalmente procesó lo que estaba a punto de sucederle
mientras el miedo subía por su garganta con sabor a bilis.
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